Galería Orfila. Madrid.
2-21 Julio 2001.
Para Cristina Ortiz, artista catalana de apretada trayectoria que por vez primera muestra sus trabajos en Madrid, la fotografía es, fundamentalmente, un medio de expresión. No sólo una técnica con que retener imágenes de lo efímero o de la apariencia inmutable. En su obra, lo traslativo de la realidad visual no es más que un punto de partida.
En paralelo a las transgresiones formales y conceptuales que definieron la actitud de las vanguardias históricas, la fotografía, valiéndose de procedimientos que le son propios, de incorporaciones procedentes de otros mecanismos expresivos y de la experimentación constante, abandonó los lastres academicistas para incorporarse por propio derecho a la aventura de nuestro arte contemporáneo. Lo documental, que hizo y hace de este medio expresivo valiosísimo auxiliar de la memoria y muy especialmente de la colectiva, traspasó todo el proceso. Bien que no desde la literalidad transcriptiva, articula con rigor y coherencia la obra de Cristina Ortiz. Tanto en sus primeras realizaciones, «Un golfo de color de rosa» sobre la agresión a Irak o «Madres e Hijas», interiorizado relato de comportamientos en un concreto entorno cultural y social, como en las más recientes. Su serie «Anthropos», iniciada en 1997, antecedente de la exposición que nos induce a estas reflexiones, es especialmente significativa.
La autora escribe: «Anthropos es el fuego helado… una imagen que tan sólo la creación fotográfica puede cristalizar». Es, más que una declaración de intenciones, la síntesis de una actitud. Una afirmación personal de dudas y certezas, tensa y dramática, dirigida a lo más sensible del espectador con el propósito de sacudir su indiferencia, su neutralidad. Imágenes plegadas, rasgadas, fraccionadas, aquietadas, irremediables inquietantes, que nacen de objetivación y subjetivismo, de complicidad emocional y distanciamiento reflexivo. Ajenas a la ficción como a cualquiera forma de complacencia hedonista. Parábolas perturbadas y perturbadoras.
Antonio Leyva. De la Asociación Española e Internacional de Críticos de Arte. Mayo 2001.